Nunca me deja de sorprender lo rápido que se mueve la vida y lo evidente que es que cerrar puertas, decir que no y renunciar a cosas, te manda en una dirección totalmente diferente a la que sabías que podías haber ido o en la que hubieras quedado.
¿Cuántas micro y macro decisiones hemos tomado que sin saberlo, nos salvaron o privaron de algo?
Me da tanta curiosidad las opciones de vidas paralelas que tenemos disponibles. No sé cuántos carriles de posibles vidas y maneras de existir tenemos, pero en mi cabeza es un juego infinito de ir saltando entre ocho. Dependiendo desde dónde decidas las cosas. Cada una de estas paralelas también tiene niveles. Porque todos tenemos esas visitas a nuestros propios inframundos. En las que nos toca experimentar cómo es la vida cuando nos compramos la mentira.
La mentira es diferente para cada quien. Vivir desde el ego y tener pavor de ser visto, vivir en constante estado de duda, sobre ti y sobre el futuro. Olvidar todo lo que sabes y toda la tranquilidad a la que tienes acceso cuando te sientas a convivir con la verdad. A través de la respiración, de observarte con atención, de ser consciente de que esa ansiedad física o prisa mental son síntomas de estar volviendo a vivir en la mentira. No son la realidad.
No es necesario que alguien te prediga el futuro para saber, al cerrar los ojos, la vía que una decisión podría crear para ti. Y aveces da miedo moverse y tomar decisiones que cambiarán cosas que se perciben enormes, pero luego te acostumbras al flujo que sucede cuando tomas decisiones intuitivas que te vas a agradecer a futuro. Mientras más lo haces, más agradeces cuando hay una incomodidad, porque sabes lo que viene después de navegarla con emoción del desenlace.