Nuestro tiempo nunca nos lo tenemos que robar. Porque eso, es nuestro tiempo. Pero a decir verdad, muchas veces así se siente. Vamos por ahí tirando hilos que empiezan a echar raíz y a llamar nuestra energía. Con personas, con responsabilidades, con compromisos, con trabajo, con personas que les dijiste que quieres ver y luego no tienes energía para verlas.
Trabajar mucho y tener muchos proyectos, aunque sea algo premiado, es tan disfrutable como se sienta una decisión consciente que hace sentido con la energía que tenemos disponible. Hay proyectos que vale la pena alterar nuestros ritmos, cambiar nuestro estilo de vida para hacer que sucedan. Pero todo depende de dónde vienen las ganas de hacer algo. Si viene desde la emoción y el espíritu, desde querer crear estabilidad económica o estar ahorrando para algo específico, o si viene desde el querer estar ocupado para distraerte y no pensar y no sentir.
Ser freelancer viene con el reto de cuestionarte de qué maneras te quitas tu libertad para tener una vida ‘‘más normal’’. Irónicamente, cuando nadie nos manda o nos culpa, buscamos otros mecanismos para sentirnos un poco controlados. Call bullshit on those. It’s okay to be happy and free.
Esta semana estaba leyendo un libro sobre el poder de la paciencia. Habla de lo poderoso que es captar que la prisa y la demanda excesiva que tenemos por la inmediatez nos está haciendo daño. Daño al privarnos también, del placer de disfrutar la vida cuando vas más lento, cuando no te desesperas con cualquier cosa que no vaya a tu ritmo, cuando captas que todo está pasando al ritmo que le toca pasar. Sin aplicarle tu ego a algo que no te debe nada.
En el libro venía esta frase:
Still a rat. When we forget to be human.