Ya no sé a qué hora se despierta la gente.
Ni a qué gente me refiero cuando hablo de un grupo que vive a mi lado pero al que no pertenezco del todo. Porque no sé ni quién lo compone. Decimos ‘‘la gente’’ cuando queremos separarnos y contrastarnos en algo.
“La gente, la gente, la gente.”
Ya no sé en qué nos parecemos y en qué no. Porque he vivido en una burbuja los últimos años. Y mi burbuja se ha topado con otros seres que también viven en burbujas. Todas las personas con las que me he sentado a un café, los cubre esta luminosa, envolvente y personal capa de algo. Una esfera hecha a la medida y compuesta de magias escogidas y complejos hechos identidad y particularidades emocionantes también.
He estado algunas veces entre mares de peces. Me parecen horribles cuando se mueven en camadas y su poder se compone solamente de estar acompañados. Horribles es una exageración pero hay una diferencia entre el poder de la comunidad y la inseguridad colectiva que solo se olvida y se convierte en crueldad cuando tiene con quién sostener su atentado.
Creo que no me gusta el concepto de la gente porque es extraño y lejano. Y tiene aires de superioridad. No tienen nombre, ni apellido y ni empatizo, ni entiendo.
“La gente, la gente, la gente”
La gente son personas. Me gustan las personas y ninguna de las que tengo cerca y con las que rompo burbuja se levanta a una hora que me obliga levantarme también a una hora similar.