Los domingos son plataforma obvia para ver la realidad. Tu corazón se siente en paz, te gusta pasarlo solo o bien acompañado. Te arde el estómago, ya estás sufriendo el lunes y preferirías borrar las memorias del fin de semana. Te gusta leer, avanzar algo de trabajo, trabajar en tu side business.
Lo pases bien o mal, o seas de los que pasa por todas las variaciones emocionales en un mismo día, que te guste el café es un regalo que hay que abrir. Sobre todo en domingo. Bajé directo a escribir, escribirte y tomar café. Me desperté a las 12:56, me dormí a las cuatro de la mañana. Leyendo, dibujando y escuchando música. Se me había olvidado cuánto me gustaba encerrarme un fin de semana a hacer estas cosas. Por voluntad.
Madrid es una ciudad que me sacaba de la cama cuando ya tenía los ojos cerrados y creía que ya me iba a dormir. Jugaba para los dos equipos. Quería escribir, leer y trabajar. Y después de las 10 PM siempre, siempre quería salir a bailar y platicar. Creo que jamás volvería a intentar hacer vida normal aquí. No hay ciudad donde la estabilidad me ha sido más complicada. Irónicamente la caótica isla de New York ha sido el contraste más grande y ha sido para mi, lo contrario y necesario.
Cada quien encuentra paz donde encuentra placer placentero. Ese que viene sin culpa, sin cruda y con ganas de irse a dormir para despertarse a más de lo mismo.