No sé si se trata de estar listo.
Listo para empezar algo que llevas años deseando o cerrar algo que ya lleva tiempo drenándote.
A veces se trata más de estar cansado. De sentir suficiente incomodidad que toca buscar otras aguas en las que nadar. Aunque la corriente esté más fuerte en las siguientes. Los brazos disfrutarán nadar en dirección consciente en vez de flotar rodeados de tanta gente.
No sé si se trata de estar listo.
Porque la cabeza divide el tiempo en rebanadas pensando que siempre habrá una más para prepararse y otra más para aventarse. Pero nadie sabe realmente el tamaño de su pastel. Ni cuántos cortes quedan.
No sé si se trata de estar listo para hacer las cosas. Pero definitivamente no se trata de mentirse que hay que esperarse hasta poder hacerlas perfectas. Si no de hacerlas bien, como perfectamente puedas en ese momento.
Y no hay nada que corregir y perfeccionar si no hay nada con qué trabajar.
Hasta haber hecho las cosas mal nos indica cómo no volver a movernos. Por conocer las consecuencias. Gracias a las consecuencias.
Hace dos halloweens en mi época de adicción al caos, seguí mi intuición y cancelé un vuelo para irme de Nueva York. Me quedé un día más y veinticuatro horas bastaron para darle un giro drástico a mi vida en posiblemente, una dirección totalmente incorrecta. O eso creí en el momento.